La vida es un tejido de todo lo que existe y habita en nuestro único planeta, no sólo de los seres vivos. En este único hogar, no hay un ser más importante que otro. Los seres humanos, por ejemplo, no somos más que las hormigas. La naturaleza toda es interdependiente y todo está conectado con todo.
La cultura andina cuida al planeta tierra, al que llaman Pachamama. La cuidan como a una madre con ternura y cuidado.
En griego, Oikos significa hogar y es así como denominan al planeta tierra. Oikos es nuestro único hogar y la naturaleza – todos los estantes y habitantes de Oikos – es nuestra primera familia. Si el planeta tierra es nuestro único hogar y la naturaleza es nuestra familia, tenemos la obligación ética, como especie racional e inteligente, de cuidarlas con cariño y ternura. De ahí proviene el término oikoternura: Ternura por nuestro único hogar y por nuestra primera familia.
La oikoternura, que nos descentra de nosotros mismos y nos impulsa el cuidado de nuestro único hogar y de nuestra primera familia, es la forma cómo, los seres humanos, no interconectamos con todo.
La oikoternura es una exigencia ética, es una manera de vivir y es una opción política. La oikoternura es innata al ser humano, es decir, nacemos y vivimos para cuidar oikoternuralmente, no sólo de nosotros mismos, sino de toda nuestra primera familia y, por supuesto, de nuestro único hogar porque la oikoternura es la “energía que nos conecta con la red de la vida” (Rea, 2021).
La oikoternura es una opción política porque nos impulsa a cuidar al otro por y en justicia, justicia ecológica por nuestro único hogar y justicia social por nuestra primera familia.
En la cultura Andina los valores de la interconectividad, de la reciprocidad y de vivir en armonía en y con todo es una parte vital de su tradición. En el mundo Andino, la “Pachamama no es un planeta, no es el medio ambiente, es Señora del tiempo y del espacio. Vivir en ella y con ella, es vivir en armonía con el cosmos, porque el cosmos también tiene ciclos y ritmos; es vivir en armonía con la historia, es saber que estamos en tiempos del retorno, que es la época del reordenamiento de la vida y de la revitalización de las fuerzas naturales” (Rea, 2021, 55). Todo está conectado y todas y cada una de nuestras acciones tienen efectos e impactos, sean éstos positivos o negativos.
Hoy en día vivimos en un mundo donde falta la ternura. En la mayoría del mundo adulto se ha apagado o perdido el sentimiento de conectividad y de pertenencia a nuestra primera familia y a nuestro único hogar.
Se ha normalizado que cada día, cada momento nos inunden noticias de guerra, de muerte, de violencia, de destrucción. Nos hemos acostumbrado a escuchar de estos actos, a leer sobre estos hechos y a verlos con normalidad. Nos lo presentan de manera insensible y fría, sin importarles la tristeza y miedo que provocan en las generaciones más jóvenes. Nuestros corazones adultos ya no sienten dolencia, ni tristeza y hemos normalizado la insensibilidad por los seres vivos: plantas, animales, el planeta y por la mayoría de los seres humanos.
La oikoternura es, en su esencia, un acto político, porque es ir contracorriente, contra lo que está normalizado. La oikoternura es política porque se enfrenta al mundo y a la cultura que incita a pensar en uno mismo, donde todo es competencia y comercio. La oikoternura es política porque alimenta al amor, al amor por la justicia. El amor y la ternura nos ponen en el camino de vivir en convivencia con todos y todas y esto es caminar en la justicia.
La Oikoternura, en torno la convivencia y a la educación, es un modo de cambio, de retorno a nuestro ser, a nuestra esencia como seres humanos. La oikoternura nos posibilita vivir como los y las niñas: pensar con el corazón y sentir con la cabeza.
La ternura es un poder que está dentro de cada uno que no muere y sólo espera ser desplegada. También es un poder con que nos conecta con los otros y las otras formas de vida y con la madre Tierra. “Oikoternura es compasión por la que nos re-ligamos entre seres humanos, porque sentimos pasión, sufrimos, nos alegramos, padecemos, nos realizamos, y nos re-ligamos con la naturaleza y el mundo haciéndonos responsables de la belleza, del misterio y de la sinfonía de la vida” (Rea, 2021, 190).
Si quiere profundizar la reflexión sobre la Oikoternura, le invitamos a leer el libro “Oikoternura. Energía que nos conecta con la red de la vida”, de nuestro director, Oscar Rea y en la que basamos esta entrada de blog.
También tenemos algunas otras publicaciones sobre oikoternura:
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