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VIVIMOS EN UN AMBIENTE DE INJUSTICIA SOCIAL E INJUSTICIA ECOLÓGICA

“Si hemos de sobrevivir como humanidad, necesitamos cambiar drásticamente nuestra forma de pensar”.

Albert Einstein

Represas contaminadasen el centro minero Milluni. Esta es el agua para las poblaciones de El Alto y La Paz.

Hoy en día estamos viviendo una crisis multifacética, expresada en calores extremos, deforestación y sequía.


La falta respeto, cuidado y ternura, entre seres humanos y con la Madre Tierra, nos ha enfermado del corazón. Esta enfermedad generalizada tiene un efecto concreto: el cambio climático.


Como seres humanos hemos perdido la conexión con la Madre Tierra y con la naturaleza. Nuestros corazones ya no sienten la tristeza, ni la miseria de los demás. No sentimos nada cuando la Madre Tierra nos grita, de diferentes maneras, que está sufriendo.


Oímos los desgarradores sufrimientos de otros y sabemos que la Madre Tierra está enferma, pero seguimos paralizados o no nos importa. Ha desaparecido el sentido de pertenencia a un único planeta y se ha desvanecido la fe en la importancia de las acciones individuales.


Vivimos en un mundo absolutamente comercializado: todo se vende y todo se compra. El crecimiento económico se ha convertido es la aspiración generalizada número 1.


Continuamos explotando, destrozando, la naturaleza sin pensar en el futuro de las nuevas generaciones. Se sigue talando el bosque a un ritmo acelerado: en un segundo el tamaño de una cancha de fútbol.


Los bosques son importantísimos y fundamentales para el bienestar del planeta y de sus habitantes, para el agua, para la vida.


Nos consideramos seres racionales y, sin embargo, producimos diariamente cantidades industriales de basura. Somos el único animal que contamina y destruye su único hogar. Vamos al mercado y salimos de él con tantas bolsas de plástico, como la cantidad de cosas que hemos comprado. Una bolsa de plástico se fabrica en un segundo, se usa máximamente 20 minutos y tarda entre 100 y 400 años en degradarse de manera natural. Ese plástico ensucia y contamina la tierra; entra en los ríos, lagos y océanos, donde los animalitos se los comen. En el océano pacífico ya existe una isla artificial de basura que es 3 veces el tamaño de Francia. Millones de animales marinos, aves y peces, mueren diariamente alimentándose de nuestra basura.


Cada vez hay más pobres que no tienen acceso a suficiente y adecuada comida, que no tienen agua limpia; que tienen que trabajar para sobrevivir, sin importar su edad y sus condiciones. Y la mayoría vivimos en una burbuja de indiferencia.


Las 2 personas más ricas del mundo poseen una fortuna superior al de los 45 países más pobres y lo permitimos. Las personas más pobres y los países pobres que son los que más sufren los efectos de cambio climático, sin tener responsabilidad alguna.


Estos pobres están padeciendo los efectos de las sequías, inundaciones, incendios, olas de calor y otros efectos más que cualquier otro grupo humano. Los pobres del mundo ya no pueden vivir de acuerdo a su cultura y tradiciones porque la tierra ya no da sus frutos. Esta situación ha incrementado el número de migrantes o refugiados climáticos.


“Cuando hayamos matado al último animal, cuando hayamos talado el último árbol y cuando hayamos contaminado el último río … Sólo entonces nos daremos cuenta que el dinero no se come”

Jefe Seattle

Área deforestada en los yungas de Bolivia

Las diferentes culturas han puesto un nombre propio al planeta tierra. En la cultura Andina, donde la Fundación Comunidad y Axión brinda sus servicios, se la denomina Pachamama - Madre Tierra. Este planeta no es un baúl de recursos naturales, es nuestra Madre.


Los griegos la llamaron Oikos, que significa hogar. Si el planeta es nuestra Madre o es nuestro único hogar ¿Por qué no la cuidamos?


Si la Tierra es nuestra Madre, entonces todo lo existente en la naturaleza es nuestra primera familia.


No existe otro lugar, otro hogar, otra Madre Tierra donde podamos sobrevivir. La Madre Tierra nos da todo que necesitamos: aire en las proporciones correctas, temperatura adecuada para la vida, agua y comida. La Madre Tierra nos dona sus bondades y nos cuida a todas las formas de vida por igual.


¿Cómo será la vida sin aire, sin agua, sin temperatura adecuada, sin tierras fértiles, sin TERNURA? Tenemos que cuidar a la naturaleza por nuestros hijos, nietos y por las demás generaciones. Es nuestra obligación colaborar con la Madre Tierra para que las próximas generaciones puedan vivir vidas saludables, en un ambiente sano y en convivencia. Los seres humanos somos los que necesitamos del planeta para vivir. El planeta Tierra, simple y sencillamente, no nos necesita.


No tomamos consciencia de que hoy en día sobrevivimos en miseria material y espiritual. Es urgente reconectarnos con nuestros propios corazones. Es imprescindible conectar nuestros corazones con nuestros cerebros para que la ternura se despliegue con la fortalece que necesitamos. Tenemos que abrirnos al sentir. Tenemos que preguntar. Tenemos que cuestionar. Tenemos que mostrar criticidad, empatía, sensibilidad y compasión.


A través del Internet podemos acceder a un montón de informes y datos sobre el cambio climático, los límites, estadísticas y muchísimos números que, por supuesto, son importantes.


Como fundación estamos convencidos que es importante tomarnos un tiempo para reflexionar y sentir los que estos datos nos quieren transmitir. Necesitamos ponerle rostros y situaciones concretos.


¿Qué sienten nuestros corazones cuando los datos se convierten es rostros humanos sufrientes y en el sufrimiento de la naturaleza?


No importa el tamaño y el impacto de nuestras decisiones. Lo importante es tomar las decisiones en el diálogo, colaboración y conexión entre nuestro corazón y nuestro cerebro.

Estas decisiones, por más pequeñas que sean, son importantísimas. Nos ayudan a respetar y a cuidar a la Madre Tierra y a respetarnos y a cuidarnos entre nosotros, los seres humanos.


Estas son las decisiones que hacen posible la justicia social y la justicia ecológica.

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