El trabajo de producción orgánica de hortalizas viene con la presión de comercializarlos para que mejoren sus ingresos económicos. La idea es que si es una familia pobre, lo que necesita es dinero en mano para solucionar su problema de alimentación, porque con dinero puede comprar lo que necesita: comida, ropa, gastos por la escuela y la salud, etc.
Como Fundación Comunidad y Axión tenemos dificultades de aceptar este modelo, particularmente porque, estamos seguros, el problema principal de estas familias es la necesidad de una sana alimentación familiar.
Empezamos nuestro trabajo con agricultura urbana en el año 2008 apoyando a mujeres migrantes indígenas en la ciudad de El Alto. Con ellas hemos trabajado en la identificación de lo que necesitan para vivir bien en esta ciudad. Estas mujeres han identificado como problema clave la mala alimentación, especialmente, de sus hijos. Empezamos a trabajar con estas mujeres en agricultura urbana a través de micro huertas familiares y, en la actualidad, con nidos ecológicos familiares con el fin de mejorar la alimentación de sus familias por el consumo de su producción casera y orgánica de verduras y por el cuidado de la Madre Tierra.
En este contexto, si las mujeres tienen que vender sus hortalizas orgánicas de sus huertas ¿Quién o quiénes se benefician con una mejor alimentación? Con seguridad que estas familias productoras no, aunque son las que necesitan con urgencia mejorar su alimentación. Por lo general, cuando venden sus hortalizas lo hacen a sectores poblacionales con mejor capacidad de compra. Estas familias pobres sin duda que mejoran sus ingresos económicos, también ¿mejoran su propia alimentación?
Los espacios de las huertas familiares son demasiado pequeños como para satisfacer la voracidad del mercado y, al mismo tiempo, mejorar su alimentación familiar.
Para satisfacer la demanda de hortalizas orgánicas, se ven obligadas a cultivar sólo algunas variedades e, inclusive, se ven forzadas al monocultivo para tener suficientes productos que vender de manera constante.
La pequeña diversidad de hortalizas o el monocultivo favorece la proliferación de plagas y enfermedades y, por ello mismo, las familias se ven obligadas a utilizar químicos sintéticos. En otras palabras, cultivan haciendo daño a la Pachamama y a la salud de la familia.
Para la Fundación Comunidad y Axión esta situación es un problema ético. Desde el punto de vista económico es un modelo relativamente rentable. Desde la ética es un serio problema porque no garantiza la seguridad alimentaria de las familias pobres, aunque mejoren sus ingresos económicos. ¿Qué garantiza la seguridad alimentaria de estas familias necesitadas de una alimentación sana? ¿Los ingresos económicos o la ingesta de productos orgánicos? ¿Cuál es la garantía de que sus ingresos económicos se traduzcan en seguridad alimentaria familiar?
Por supuesto que no obligamos a las familias a no vender. Fundamental y principalmente las alentamos a consumirlas responsablemente. También por supuesto que las familias venden, pero no es el objetivo principal de su producción orgánica. Venden cuando les sobran productos, o cuando necesitan un poco de dinero para comprar o pagar algo, o cuando hay pedido de sus vecinos o familiares.
Hay que poner en valor que estas ventas se realizan en sus propios barrios y a precios justos y accesibles a otras personas que también requieren de alimentación sana.
Sin embargo, es más frecuente que estas familias donen, regalen, compartan solidariamente sus productos orgánicos con otras familias, familiares, vecinos, amigos y otras que realmente las necesitan.
Muchísimas familias no cuentan con dinero suficiente para la compra de hortalizas orgánicas. Esta realidad ha activado el truque entre pobres. Así ambas familias se benefician incorporando otros alimentos que cualifican su dieta alimentaria, como la carne, lácteos y huevos. Así y de esta manera las familias pobres mejoran, no sólo su economía, sino y especialmente, su seguridad alimentaria.
Después de 15 años de trabajo ininterrumpido estamos cada vez más convencidos que el autoconsumo, en la agricultura urbana familiar, no es una medida económica, sino un principio ético que mejora tanto la alimentación de la familia, como que hace accesible a esta alimentación a otras familias necesitadas.
Hablamos y aprendimos de las familias. Les consultamos si están dispuestas a comercializar sus hortalizas orgánicas y la respuesta contundente es ¡NO! No, porque la salud y la buena alimentación de su familia, y de sus más cercanos, es lo más importante.
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